En medio de esta revelación, vio seres. Evocó una vez más la consigna. Percibió que la indicación estaba escrita en lenguas muertas. Pero que la comprensión no pasaba ya por su mente. Que lo único que restaba era rearmarse mutua y recíprocamente con las entidades merodeantes. Vio sus rostros intercambiarse. Él mismo desconoció el propio en los cristales. No pensó la causa ni la consecuencia. Lo prefirió. Su mano halló su propio sexo expectante. En la penumbra pudo ver que se había vuelto de color rosa y que había adoptado forma de fuelle. Se sintió allí no obstante entero y amorosamente esculpido junto a un jardín de cuerpos florecientes
fechas
julio 2021
texto
Cristina Postleman
trastienda
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