(...) A la manera de esos pintores aventureros, lxs paramí contemporáneos prologan el derecho a soñar despiertos que dio vida a gran parte del paisajismo del siglo XIX. Para ellxs, la exuberancia intensiva del territorio nacional no se satisface con el mapa y grilla de los sojeros y los jueces al servicio de la propiedad privada. En lugar de las cartas y aparatos métricos de los ingenieros, agrimensores y militares que, para finales del siglo XIX, encerraron el universo paramí en la cárcel del gusto aristocrático, los museos y salones, lxs paramí contemporáneos tienen olfato para conectar con asuntos y vibraciones populares. Y además tienen plantas mágicas y guías para viajar muy lejos sin moverse de casa. No en vano, sus telas proponen una suerte de sincretismo dentro del sincretismo, un canal radiofónico que emite en una frecuencia alienada, esto es, por fuera de estereotipos e identidades. Saber-se extranjero, hijx de emigradxs o exiliadxs, que si bien han sabido responder con gratitud a la hospitalidad no olvidan la violencia de su condición privilegiada (...) Fragmento del texto de Alfredo Aracil La pintura paramí
noviembre
2020