por WASHINGTON CUCURTO
El invierno me está matando. El invierno es algo realmente atroz. Eso hay que transmitirle a los nuevos seres que habitarán la ciudad un día. Hijos, nietos, sobrinos,vecinas, nuevos funcionarios progres, etc. El invierno y la guerra… Los primeros días de nieve me producen escalofríos, gripes, mocos, fiebre. Aún así, salté de la cama y me hice unos mates rapiditos. Mi china de Taiwán, poeta y editora de poesía del sello Nebliplateada, gesti-culó desde la cama.
-¿Para qué te levantas tan temprano con este frío?
-Tengo varias cosas que hacer, chinita…
-Bueno, pero antes cebate unos mates y poné a Laje para ver cuántos piquetes habrá hoy en la 9 de Julio.
Vivimos en la Avenida de 9 de Julio.
Tomamos el cajero automático que està en la esquina Viamonte y Cerrito, del banco San Juan, le tiramos un colchón,y aquí estamos sobreviviendo junto a nuestra amada perra de ojos violetas Cleopatra y la infaltable e infalible personal computer, Mac Pro, obvio, y cuando se muere (la compu, no la perra) recargamos su batería en el Mostaza de la esquina. Mi china chamuyó a la Prosegur de la puerta del baño y ahora podemos entrar a hacer nuestras necesidades sin consumir.
Sin consumir… qué vida puede preciarse de tal sin consumir…
Somos artistas venidos a menos, apartados del mundo de arte, del mundo de la literatura, del mundo del periodismo, del mundo de la moda, del mundillo de los planes sociales, del mundillo del snobismo, del mundo de la militancia k y pro, pero aún así sobrevivimos.
De noche, frente al Teatro Colón que se llena de nieve, salimos y tallamos -guante de por medio- gigantescos osos de nieve, que a la mañana siguiente son destruidos por el portero del Colon. Verdaderas instalaciones efímeras y potentes tipo Jonhatan Messe que brillan en la noche fría y azul.
No hay manera de que dejemos de ser artistas; de la misma forma que hay mil maneras de hacer arte en cualquier parte, de cualquier forma, incluso sin que nadie se de cuenta, que es lo más divertido.
Me tomo unos cuarenta mates con la china de Taiwán (ya no quiere que use el posesivo porque es machista y ella no es de nadie, que quede claro, ni amorosamente, ni economicamente, ni ideológicamente, que quede claro). (Laje el comentarista de la mañana me quema la cabeza con los negros planeros) y salgo con mi perra a dar una vuelta infinita por el microcentro, por la Plaza San Martin, por Retiro. Cleopatra es del Planeta Tritón de los Tritones de Tropeles, un Planeta destruido por astronautas rusos. Cleopatra es la madre de Pablo Picasso. ¿Acaso pensaban infames terrícolas que Picasso era de los suyos? Ja. Es de los nuestros, un impostor más.
Por mi parte, soy del Planeta Tropel de los Tropeles de Tritones, camuflado como poeta, como editor cartonero, como un joven y vigoroso Cucurto.
¿Saben quienes eran los cucurtos en mi Planeta? Son parte de los Goupi. Un día con mejor imaginación se los cuento.
Dando vueltas con Cleo, llegamos a la galería PM, donde exponen dos jóvenes artistas. La mano del artista se ve a lo largo de las tres paredes donde se exhiben obras. Todo está hecho, cocinado, pintado y pensado a mano. Me encanta. Me fascina que el artista sea como un artesano y lo haga todo a mano con dedicación en su taller. El arte digital nunca me gustó. En las paredes expuestas alucinantes cerámicas del tamaño de dos baldosas que me hacen acordar a mosaicos con mucho relieve y personajes, autos y árboles haciendo algo. Una luz fucsia salida de una de estas obras me atrae hacia su centro, la energía artística crubellatti me ingresa de cabeza a su mundo, mientras Cleopatra trata de agarrarme mordiendo mi tobillo.
Abro los ojos y soy un hombre de pigmento azul, mi piel es azul, de un azul pigmental único en el mundo, salido directamente del cerebro de Damián. Hasta los sauces y tilos de la ciudad son azules. Camino por una avenida 9 de Julio de cerámica, doy un pequeño salto y ahora estoy en un mundo verde, de un verde precioso que no lo sacas con las témperas Allba; camino entre automóviles y motociclistas de Pedidos ya. . Me doy cuenta que toda Buenos Aires es una obra de Crubellati de cerámica. Y ahora estoy manejando una camioneta blanca preciosa, de La Deleuze… y soy feliz de tener el alma de cerámica, el corazón de resina y la piel de los pigmentos más locos. Recuerdo que un par de meses antes intercambié unas palabras con Crubellati que seguro es otro extraterrestre que a través de su arte minucioso y hacedor me lo mandaron los del Planeta vecino. (Es un planeta más artístico mientras mi planeta es un planeta más de sex simbols. Y como me gusta el arte, también quedé medio arafue en mi propio mundo, en fin).
Saco mi telefonito de cerámica Crubelatti y llamo a Cleopatra para decirle que no se preocupe que ya vuelvo, estoy en un viaje, pero “no te vayas, bancame, Cleo”.
Una nube negra de cerámica se posa encima de mi camioneta blanca cuadrada espectacular también hecha por Crubelatti.
Cook, escuchá. La galería se desplegó de su plataforma terrestre y se elevó y ahora vamos navegando por el cielo, a la altura del Kavannagh!
Ok. Que yo estuviera en un flash con las ceramicas ok. Pero que PM salga volando, ya era mucho.
Salté con mi camioneta al exterior de las obras, como si fueran una¿ventana al mundo. Y en verdad ahora que lo pienso, las obras son ventanas…
¡Qué feos son los colores del mundo!, fue lo primero que divisé. Llegué manejando a PM galería y había un hueco, tipo las torres Gemelas. Miré al cielo y vi que la galería flotaba ahora ya sobre el Río de La Plata. Nicolás Dominguez Nacif, Enzo, La Vampira que había ido de visita, Barilaro que había venido disfrazado, Crubelatti, Podri y Cleopatra agitaban brazos pidiendo ayuda.
Aceleré mi Deleuze y escalé el Kavanagh como si fuera la ladera de una montaña, seguí acelerando que la camioneta tomó tal impulso que cayó justo encima del techo de la galería.
-¡Qué pasó Cleo!, grité.
-Las pinturas de Podri estaban calladitas, perfectas y divinas, todo el mundo se sacaba fotos con las obras, pero de pronto desapareció el retrato de Berni.
-¿Qué?
-Podri se había mandado un retrato de Berni impresionante. Igualito, muy hermoso. Pero de pronto desapareció y se oyó un estruendo en la trastienda y apareció Berni retrato de cuerpo entero subido a una patineta con un joven morocho de manos gigantescas que también era personaje de otra obra. La patineta con el Berni encima hizo tal estrépito que produjo un temblor y después una explosión que envió a la galería hasta donde estamos.
-¿Llamo a los bomberos?
-Noo. Acá están decidiendo qué camino tomar. Son tan buenas las pinturas de Podridisima que están pensando en ir a la Bienal de San Pablo y de ahí a Venecia, donde hay otra feria y luego a Dresden donde esta Kasel, otra feria. Y de ahí piensan ir a la feria de Miami y de ahí directo a la playa.
-Te faltó la feria de Arcos, en Madrid, anotenlá, le dije a Cleo.
Agregué:
Pero ¿hay tantas obras de Podri? Síi, ella ya está pintando en la trastienda, por lo cual todos los tripulantes de PM nos volveremos ricos a la brevedad, me gritó Cleopatra.
No sabía qué hacer subido al techo de la galería metido en la camioneta de Crubellati.
Una nube negra de cerámica me seguía.
De pronto oí un estruendo y caímos todos chamuscados, dando vueltas como meteoritos o soldados ucranianos después de un ataque ruso. Las latas de mi Deleuze abrazadas y la galería cien metros adelante llena de hollín semienterrada en la arena de la playa. Buen aterrizaje.
¡Alto ahí maricones!, nos gritó un bellísimo ejemplar represivo yanqui de las playas de Miami.
Cuando dijo maricones, todos pero todos, automáticamente levantaron las manos, derretidos por la belleza del ejemplar represivo de atuendo pegado a los músculos, en bicicleta y botitas azules. Nico, Crube, Enzo, Marrone que estaba de visita, La Vampira obviamente levantó los brazos diez veces, Barilaro, Cleo y Podri.
En cambio, yo estoy acostumbrado a estas eventualidades típicas del flete callejero, en vez de levantar las manos aceleré mi camioneta y salí a toda velocidad, mientras a mis espaldas retumbaba un disparo y en el horizonte un pez espada me guiñaba un ojo.